La Industria Petrolera. ¿Quién irá al rescate?

Escrito por: 

Ninnette Torres y Rubén Rivera

 

A finales del sexenio de Luis Echeverría Álvarez se dio a conocer el descubrimiento de importantes yacimientos de petróleo, en los mares que bañan la península de Yucatán; la famosa sonda de Campeche. El sexenio siguiente, el país se endeudó hasta las narices con el fin de sostener, aunque fuera artificialmente, el proceso de industrialización que ya comenzaba a mostrar sus debilidades: es decir la expansión de la industria petrolera funcionaba como un garante indiscutible de dicha apuesta. Efectivamente, eran los años en los cuales la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) tenía el control del mercado mundial y definía precios, en general siempre a la alza.
 
México sostuvo el proceso de expansión de la industria petrolera, llegando a superar los 4 millones de barriles diarios y a desarrollar una notable red de plantas petroquímicas, eran buenos tiempos, la gasolina era la más barata del mundo y la diversificación de sus productos era cada vez mayor, su planta de trabajadores rebasaba los 200 mil miembros y en general, aunque las cosas podían ir mal o bien, con el conjunto del país, para Pemex y su entorno las cosas nunca estaban realmente mal.
 
Así llegamos a finales de los ochentas, al sexenio de Carlos Salinas de Gortari y la voracidad de los dueños del negocio a nivel internacional, los grandes consorcios miraban con gran ansiedad el precioso  negocio que se les escapaba de las manos en México, pero había grandes obstáculos:
 
1.- Las leyes mexicanas, particularmente la constitución, hacían del negocio petrolero un asunto exclusivo del estado mexicano, ello incluía la industria petroquímica.
2.- El sindicato, que si bien era corrupto, miraba a la existencia de Pemex como una fuente de bienestar y de cierto modo protegía su unidad.
3.- La estructura unificada de la paraestatal, Pemex era un todo unificado.
 
El sexenio de Carlos Salinas surgió de un espectacular fraude y no intentó tocar el aspecto de la propiedad del petróleo, pero si rompió elementos claves para la posterior destrucción de Pemex, el primer paso, fue la detención del dirigente del sindicato Joaquín Hernández Galicia “La Quina” y el despido masivo de todo aquel que simpatizara con él, decenas de miles de empleados fueron dados de baja de un plumazo y en lugar de un sindicalista,  se colocó al frente de los trabajadores  a un simple servidor del estado, Carlos Romero Deschamps, un individuo aún más corrupto que la propia “Quina”.
El segundo paso, se dio durante el sexenio de Ernesto Zedilllo, Pemex se separó en cuatro empresas distintas, particularmente importante fue separar a la industria petroquímica y al mismo tiempo declararla constitucionalmente como no prioritaria.
 
Durante la siguiente década se dio una situación particular, los precios del petróleo superaron los 100 dólares por barril, se calcula que durante el sexenio de Vicente Fox, el total de excedentes que PEMEX reportó a hacienda, superaron los 100 mil millones de dólares. Mientras esto sucedía la industria petroquímica, se convirtió en un negocio enteramente privado, la capacidad de producir derivados tan básicos como la gasolina, se hizo tan pequeña que comenzó la importación.
 
El saqueo de Pemex fue simultáneo con su descapitalización, en lugar de mirar al desarrollo tecnológico se destruyó casi a propósito, el Instituto Mexicano del Petróleo, se convirtió en un Museo y por su puesto se sentaron de esa forma condiciones para la futura entrega del bien más importante de la industria: los yacimientos.
 
El Estado, ello incluye al PRI y al PAN y sus sucesivos gobiernos han combinado una  campaña permanente de intentos de privatización, con la integración cada vez más descarada, de la iniciativa privada a la industria, primero ilegalmente y luego legislando para hacer legal, lo que ya se daba de hecho, de este modo se ha cercenado a Pemex, preparando condiciones para convertirla en una entada reguladora del estado.
 
En el sexenio de Calderón y lo que va del de Peña Nieto, se podrían asemejar, a aquel “año de hidalgo” de las tradiciones priistas, con el pretexto de “reestructurar “crearon 500 cargos, en la alta burocracia de Pemex mientras que, por despido, jubilación o retiros anticipados la plantilla laboral pasó de 153 mil 85 a 139 mil 391 empleados, se dice que este año se retirará a 25 mil trabajadores más.
 
En tan sólo tres años, se duplicó la deuda heredada hasta llevarla arriba de un billón 500 mil millones de pesos, monto similar al que Pemex enteró a la Secretaría de Hacienda. Deuda absolutamente innecesaria, si recordamos el despilfarro del sexenio foxista donde se esfumaron  un billón 500 mil pesos.
El presupuesto de inversión para 2016 se recortó en 73 mil millones de pesos (4 mil 400 millones de dólares) para ubicarse en 293 mil millones de pesos, con lo que se queda como el menor presupuesto autorizado desde 2007.
 
La crisis es tal, que  hay  falta de pago a 90 por ciento de los proveedores y la empresa reducirá su producción en cien mil barriles diarios (casi un 5 por ciento) debido al recorte ya señalado. Cabe recordar, asimismo, que la petrolera tuvo una pérdida acumulada de más de 521 mil millones de pesos el año pasado, incremento de casi el ciento por ciento, con respecto a las pérdidas del periodo previo, y resulta ineludible la relación entre los desfalcos mencionados y las pérdidas anunciadas.
 
México importa petróleo crudo de Estados Unidos, luego de cuatro décadas de no hacerlo. Ello sin olvidar el descenso en la producción y el incremento en la importación, entre otras gracias.
 
La crisis también ha alcanzado las finanzas públicas, pese al esquema de  las coberturas petroleras, mecanismo mediante el cual –según dice– el erario se encuentra sereno y de buen humor. Pero en el mejor de los casos tal mecanismo sólo cubre la mitad del volumen exportado.
 
Por primera vez la balanza comercial es deficitaria en el área petrolera, especialmente cuando ya es oficial (INEGI) que en 2015 la balanza petrolera registró un déficit cercano a 10 mil millones de dólares, el mayor de que se tenga registro.
 
El escenario es desolador, lo que no se hizo en 30 años, no se puede remediar con alguna que otra medida, lamentablemente el camino que sigue el propio gobierno es de continuar el saqueo y destrucción de Pemex, de tal modo que, con el pretexto de la presente crisis, pretenden atentar una vez más contra la planta laboral y sus derechos.
 
Al cierre de 2015 el pasivo laboral en Pemex –entendido como la deuda implícita acumulada por cada trabajador, en caso que la petrolera tuviera que despedirlo en un determinado momento y la reserva de lo que la compañía pagará a sus empleados a largo plazo, como primas de antigüedad, primas de vacaciones y fondos de pensiones– asciende a un billón 279 millones 385 mil 441 pesos.
 
Pero ese no es un gasto presente, sino potencial y es imposible que se haga efectivo a menos que PEMEX sea liquidado, cuestión que no es el caso, pero que el gobierno lo señale como argumento, es una señal de por dónde va la tirada, el pretender reducir dicho pasivo es reducir los compromisos de la empresa con los trabajadores, en suma; despidos, destrucción del contrato colectivo, congelamiento de plazas, incremento de la edad jubilatoria, etc.
Ya hemos reseñado que para una empresa del tamaño y potencial de PEMEX, el tener una deuda de 86 mil millones de dólares, solo se explica por el afán del propio estado para destruirla y al final solo es su pretexto para entregar más y más negocios a la iniciativa privada.
 
En suma el problema central de Pemex no es de liquidez, solvencia o falta de capital, sino de corrupción: durante décadas las más altas autoridades del país, así como los sucesivos directores generales de la empresa, han permitido su saqueo sistemático y monumental, y han participado, de esa forma, en la ruina de la principal empresa de propiedad pública. Esta corrupción, acompañada con sucesivos paquetes de reformas privatizadoras, ha sido tolerada y fomentada por el propio estado, incluso podríamos decir que es una directriz transexenal.
 
El anunciado recorte contraviene el propio discurso oficial, el cual insistentemente presume que las finanzas públicas se han despretrolizado y que las coberturas adquiridas para amarrar el precio del barril de exportación, son suficientes para garantizar íntegramente lo estimado en La Ley de Ingresos. Como siempre la realidad ha contestado con crudeza, a la perorata institucional.
 
Para decirlo en pocas palabras, el gobierno no pude y no quiere a Pemex, más que para ofrecerlo a la burguesía nacional e internacional, el siguiente paso será entregar más y más pozos petroleros y vender  lo que quede de Pemex en calidad de chatarra vieja, para ellos el futuro no importa, lo importante son los puestos en los consejos de administración que las empresas trasnacionales le tiene reservados a quienes sirven mejor en desmantelar Pemex.
 
López Obrador tiene una frase que viene muy bien en este caso “solo el pueblo puede salvar al pueblo”, en este caso a Pemex solo lo puede salvar una lucha de masas que lleve al gobierno a los trabajadores y que luche por destruir desde la raíz la lógica capitalista que nos ha sumido en la miseria y la degradación, como dijeran por ahí “no se trata de parar la rueda, se trata de destruirla”

Fecha: 

06 de abril

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