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La forma dominante de entender el mundo en las primeras civilizaciones de la historia tendía a ser dialéctica, a través de la unidad y lucha de los opuestos. Esta forma filosófica de entender la realidad hundía sus raíces en el hecho de que las primeras civilizaciones producían en un contacto muy estrecho con la naturaleza y sus ciclos polares de nacimiento, muerte y regeneración; un mundo en donde el productor no se ha desprendido totalmente de la totalidad natural y en donde la lucha entre la vida y la muerte está presente en los ciclos agrícolas y en las guerras que conllevan el fin y la regeneración de los imperios. Existe una constante lucha de opuestos en la naturaleza y en la sociedad: entre sequía y regeneración, entre aldeas y ciudades, entre imperios rivales, entre campesinos y déspotas.
Los apuntes de Trotsky en su diario, el 16 de mayo de 1935, terminan con estas palabras: “Mis intereses filosóficos aumentan desde hace algunos años pero lamentablemente mis conocimientos son muy insuficientes y me queda poco tiempo para un trabajo grande y serio…Tengo que llevarle el té a N…” Trotsky no escribió un tratado especial sobre “lógica” pero los cuadernos que dejó inéditos, con una rica gama de reflexiones filosóficas, tienen, como los “cuadernos filosóficos” de Lenin, un valor inapreciable para estudiar la piedra angular del marxismo: el materialismo dialéctico. Si bien no era especialista en historia de la filosofía sus escritos muestran que el método dialéctico era el alma de sus reflexiones y era el resorte de sus análisis políticos, históricos y organizativos. Para los revolucionarios son una verdadera mina de tesoros y sugestiones.
Lukács fue una figura de importante influencia en lo que se llamó ‘Marxismo Occidental’. Éste fue visto como una alternativa ‘humanista’ a la dominante ortodoxia estalinista del periodo de entreguerras y la posterior. Uno de los argumentos más significativos de Lukács era que (contrariamente a Engels) no puede haber dialéctica de la naturaleza. Dan Morley examina el debate y ahonda en la relación contradictoria entre la interpretación de Lukács del marxismo y del estalinismo.
El capitalismo expresa dos tendencias contradictorias: la racionalización y tecnificación de la producción por medio de la ciencia y, al mismo tiempo, la irracionalidad del afán de lucro, la imposibilidad de controlar a un sistema que se convulsiona en sus crisis periódicas. En estas crisis el capitalismo arrastra a millones de personas hacia la barbarie y enriquece grotescamente a una minoría. La tendencia a la irracionalidad se vuelva más visible conforme el sistema capitalista se globaliza en su fase imperialista. De estas manifestaciones contradictorias se han extraído conclusiones unilaterales. Es sabido que los sofistas tomaban un aspecto de la realidad y lo contraponían a todo lo demás como la verdad absoluta. De la misma forma uno puede tomar la cara “cruz” de una moneda como la única verdad y ver la cara “sol” como lo absolutamente falso. No es difícil ver en estas dos concepciones complementarias –funcionales para el sistema capitalista- la lucha entre “modernidad” y “posmodernidad”. Aunque el observador que adopta una u otra sombra no sepa realmente los intereses que está expresando, ambas sombras son proyectadas por la burguesía. Por eso ambas son ideología en el sentido que el marxismo da a este término.
En 1902 Gottlob Frege publicó una obra llamada “Las leyes fundamentales de la aritmética” que afirmaba haber logrado el llamado “programa logicista” consistente en demostrar la consistencia lógico formal de la teoría matemática, este libro se apoyaba en la teoría de conjuntos para probar que el conjunto de las teorías matemáticas era lógicamente consistente. Pero al igual que sucedió con Zenón y su mentor Parménides en la antigüedad, Bertrand Russell -quien compartía la utopía logicista de Frege- encontró una contradicción en la teoría de conjuntos que demostró que todo el edificio del libro de Frege, y del programa logicista en su conjunto, estaba errado.
El pensamiento de Nietzsche representa una paradoja. Por su estilo literario y sus “formas distinguidas”, por la riqueza de sus aforismos que se prestan como ninguno a la libre interpretación, se trata de uno de los pensadores más destacados de la historia, uno de los más grandes representantes de las letras alemanas; pero por el hilo conductor de su pensamiento, por el contenido de sus posiciones políticas y filosóficas, se trata de uno de los filósofos más reaccionarios, misóginos, cínicos y aristocráticos. El contenido de su filosofía se ha eclipsado bajo el manto del estilo estético que lo sobrepasa.
Las afamadas once tesis sobre Feuerbach, de Carlos Marx, son apenas –como lo señaló en su oportunidad Federico Engels– unos rápidos apuntes sobre la nueva actitud que los dos jóvenes alemanes desarrollaban en conjunto ante la filosofía post-hegeliana, hacia 1845. Este esbozo, que se convertiría en la piedra de toque del materialismo dialéctico, fue publicado hasta 1888 en el apéndice de “Ludwig Feuerbach y el Fin de la Filosofía Alemana Clásica”, de Engels. “Trátase de notas (…) de un valor inapreciable, por ser el primer documento en el que se contiene el germen genial de la nueva concepción del mundo".
Georg Wilhelm Friedrich Hegel murió, en Berlín, víctima de una epidemia de cólera,el 13 de noviembre de 1831; quiso que lo enterraran junto a su colega Fichte, otro gigante de la filosofía. Lo recordamos con admiración, ahora que lo releemos, a menos de un mes que se cumplieron 183 años de su muerte